Somos Artsakh. Existimos. Nuestra existencia es un hecho innegable, como la tuya.
El mal no tiene lugar en las tierras altas de Artsakh. Por experiencia sabemos que si nos retiramos, llenará el espacio que dejamos atrás, y luego, cambiando su disfraz, llamará a la puerta de todos. Hemos aceptado la batalla y no nos rendiremos.
Hoy en día, el mal ha llegado a nuestras fronteras. Corta nuestras raíces y destruye nuestras iglesias, pisoteando y negando el hecho mismo de nuestra existencia. El mal no tiene hogar propio, vaga por las tierras bajas de la indiferencia, siempre listo para atacar. Hasta que no nos reconozcan, el mal tratará de destruirnos, sin que nadie se dé cuenta.
Tenemos una tradición. Durante el bautismo, una persona recibe un nombre y una pequeña cruz en un hilo tejido. Es un símbolo de nacimiento espiritual, un recordatorio de la obligación de resistir al mal. Así, al nombrar a alguien reconocemos su existencia.
Artsakh somos nosotros. Existimos. Llámanos por nuestro nombre.
Somos Artsakh. Existimos. Nuestra existencia es un hecho innegable, como la tuya.